lunes, 24 de febrero de 2014

CONFIDENCIAL. DESTRUIR ANTES QUE LEER.



CONFIDENCIAL. DESTRUIR ANTES QUE LEER.
Volver a leer la actualidad a través de Unexpected documents in a waiting room de Tania Blanco.
Por Johanna Caplliure.

Asistimos al más espectacular de los momentos de la historia sin sorprendernos en absoluto. Vivimos en un permanente estado de engaño, en una suerte de “estado de mentira”.  Y ni siquiera nos preguntamos qué ha sucedido para que hayamos perdido todo ápice de escepticismo. ¿Cómo es posible que haya desaparecido la duda ontológica que dirimió Descartes en el s.XVII a través de su consabido cogito ergo sum o “dudo, luego existo”?¿Cómo hemos prescindido de las sospechas de Marx, Freud y Nietzsche sobre cómo vivimos una gran mentira, un mundo de ocultación y un sinfín de flagrantes estafas? Y sin embargo, lo más extraño de esta época consiste en que somos conscientes que vivimos la “falsa verdad”. Un embuste que se nos ha hecho pasar por verdadero durante tanto tiempo que ahora ya no podemos dudar que sea verdad. Y esto mismo es lo que ha acaecido en los medios de comunicación.

En la cultura mediática, ya no podemos reducirla a la denominación de “sociedad de la información”, todo deviene información, el gran poder es la misma información, todos somos información. A saber: la información se entendería[1]  como medio para un fin adocenado de manipulación y envenenamiento del juicio crítico en el que tristemente se ha perdido el mayor de los derechos de la ciudadanía: la libertad de expresión y el conocimiento.
A la “falsa verdad”, que se conduce – incluso- en cada movimiento y presión por nuestras arterias de la misma manera que en las redes sociales, institucionales y mediáticas, se sumaría la dictadura del consenso sobre la apariencia. La articulación de esta es la siguiente: hay que crear un “producto” (un bien no material llamado información) coherente, sin fracturas y que aparente una solidez inamovible: “que parezca una verdad, aun si no lo es”.
Así, el cuarto poder, hoy el “gran poder”, hacía su entrada “espectacularizada” en aquel maravilloso fake radiofónico de finales de los años 30 en el que Orson Welles hacía creer a la población estadounidense de New Jersey que estaba siendo invadida por un enemigo extraterrestre. Mediante este relato radiofónico, la interpretación de The War of the Worlds de H.G.Wells, se nos concedía la idea principal de la construcción informacional de los medios: un joven Orson Welles en el papel de un científico, un mediador que realmente es un actor, un director de cine, un guionista; es decir, un creador de fantasías, de mentiras que nos incita a creerle. 
Sin embargo, los medios han avanzado de tal manera que han transformado la sociedad en propio medio para el poder bajo la idea de información. Mentiras de Estado o el Estado de engaño. Entonces, cuando la mentira cubre un espectro mayor que el del teatro radiofónico y se convierte en la ideología de la población vinculada ciegamente a las clases dominantes, el temor es mayor. Y cuando esta mentira se emplaza en el centro de la información es imposible que no nos echemos a temblar. Si el gran poder para la población ha sido la libertad de expresión y de información, con el golpe de la mentira los medios de comunicación se han cubierto ellos mismos del mayor enemigo: la censura. “La prensa misma es la censura” decía G.K. Chesterton en 1917, pero lo que no sabía era que la discreta maniobra de la censura se nos ofrece hoy en desinformación y ocultamiento del mundo como rezan las investigaciones de Pascual Serrano o Ignacio Ramonet en nuestro país. Y que derivan, en palabras de Scott Lash, en una “sociedad desinformada de la información”. Entonces, solo nos queda esperar lo inesperado.


En una sala de espera el paso del tiempo se disipa de la misma manera que la figura del lector de diarios cuando no se encuentra entre las páginas, porque lo que lee no representa ni sus intereses ni la verdad que ha quedado desplazada por el desborde de la hiperrealidad en la “falsa verdad”. Sin embargo, en Unexpected documents in a waiting room, la sala de espera que ha creado Tania Blanco, el lector comparece como tal. Allí encuentra una serie de publicaciones habituales: periódicos, revistas de moda y belleza, prensa deportiva e incluso publicidad comercial y anuncios, pero con mensajes “inesperados” donde lo que parece no es. O más bien, lo que aparece es lo que debería ser normalmente. Los caracteres negros que se imprimen sobre el papel y pintan la “falsa verdad” en estos documentos son “verdades ficticias”. La tinta transformada en la delicada, perfecta y “maliciosa” tipografía e imagen pintada de Tania Blanco trae al lector la verdad en un espacio de imposibilidad. Puesto que la información de medios alternativos, prensa crítica, periodismo reflexivo nunca es encontrada en los medios oficiales. La astucia en los mensajes pintados sobre cerámica no duda en despertar al lector[2] de su ingenuidad, “estupidización” -mascullaría Lash-, ceguera o acobardamiento/acomodamiento en la lectura del diario. De una lectura confidencial que sería antes destruida que leída.




La línea sobre el papel de cerámica, la tinta que hiere el blanco diario con la cruda realidad. Así, Tania Blanco nos imprime la sospecha en cada uno de esos documentos. Cuestionamos la realidad o mentira de lo que nos cuenta. Dudamos de “la otra verdad” y al mismo tiempo nos impulsa a reflexionar y sospechar sobre la verdad que conocemos y a la que damos pábulo como nos ha presentado la reiterada “falsa verdad”. La sospecha se convierte en la fuerza centrípeta que mueve toda su obra haciendo tambalear los pilares en los que descansan nuestras creencias y verdades. La obra de Tania Blanco, como producto cultural representacional, quiebra su acontecer informacional y se pausa en la reflexión en un contexto en el que tanto la crítica como el cuestionamiento se han desmedrado por un paradigma mediático de flujos lubricados en lo hiperreal


Los documentos de Blanco no son una charada que se tenga que descifrar. Su mensaje se entiende conspicuamente aun pareciendo una ficción, ya que “es imposible que esto sea real”-nos decimos ante ello, que esta noticia la publique El País, The New York Times (“The New York Lies”), The Times o Daily News, Cosmopolitan u ¡Hola! con titulares como “Terrorismo financiero y crisis”, “Votes lo que votes, ya está todo decidido”, “Democracy Hypocrisy”, “Terrorismo de Estado”, “El deterioro imparable de la familia real”, o un especial “Biopolítica” en el National Geographic, y, además, sin deseo de enloquecer a la población como con la invasión extraterrestre de Wells. Aunque su mensaje nos hace temblar. A los lectores astutos y tenaces que son capaces de ir más allá de las palabras pintadas de Tania Blanco, observad con detenimiento el mensaje que incuba la sospecha. Abandonad la forma del ojo inerme y dotadlo de una mirada incisiva y crítica. Porque hoy la espera se convierte en la esperanza de lo inesperado.  




[1] La sociedad mediática se explicaría bajo una perspectiva instrumentalista de la información impulsada en deriva de “tecnología” de saber/poder foucaultiana y que finalmente ha sido traspuesta en la mediatheory, a través de la “biopolítica de los medios” y que yo me atrevería a denominar medialife. Puesto que la información se concentra como poder de la vida en todas sus parcelas, vivimos dentro de la información o como declaraba Jean Baudrillard con sus teorías sobre la hiperrealidad: “vivimos el acontecimiento no en tiempo real, sino en tamaño natural”. Demasiado real para poder ser reflexionado y asido por la representación.
[2] Siguiendo la tradición benjamineana pensamos en un lector productor, aunque sin deshacernos del autor.
 

viernes, 14 de febrero de 2014

El fin de los días gloriosos






Texto para la obra de Mavi Escamilla, Señora B,  en el catálogo de la 12ª Biennal Martínez Guerricabeitia.
Avaritia omnium malorum radix Valencia, Fundació General de la Universitat de València, 2014.
Exposición: Del 13 de febrero de 2014 al 30 de marzo de 2014. La Nau, Centro Cultural. Sala Academia.

El fin de los días gloriosos.  
Johanna Caplliure

En un tiempo convulso, afectado y abatido por las guerras, la caída del sistema capitalista, los enfrentamientos identitarios y la crisis de los valores, el mundo ha dejado de tener sentido. La narración de nuestra época solo puede hablarnos de ese “desajuste del mundo” sobre el que escribía su obra Amin Maalouf bajo el homónimo título. El desajuste en las medidas de equilibrio y de sostenibilidad llevan consigo la marca de la diferencia.
En el horizonte se dibuja una balanza que bascula hacia el poder y las posesiones, mientras se eleva el platillo de la pobreza y la falta de eticidad hacia la levedad. Ahora bien, los avezados en historia del poder y economía nos dirán que la balanza dibujada siempre ha pertenecido al esquema de supervivencia humana. Igualmente tendrán que confesar que la “mano invisible” que ajustaba la balanza ha desaparecido cuando el Capital ha impregnado cada poro de la epidermis social colocando el poder en el centro de la vida. La vida ha quedado desprendida de todo su valor y es sometida y embebida en el poder, así argüía Michel Foucault con el análisis del aparato biopolítico al que Giorgio Agamben añadía el germen de la nuda vita. He aquí el desbaratamiento del mundo actual: nuestra vida queda a la intemperie.

El poder y el Capital han ido de la mano en las alegrías y penurias de esta última época de nuestra historia. La comunión entre ambos atrae la idea de avaricia. En la avaricia descansa todos los deseos de posesión ya sean estos materiales o espirituales: ora la conquista de las tierras y de las culturas, ora la especulación de los terrenos y de las vidas. En una mercantilización de los “objetos” poseídos (personas, naciones o riquezas) el intercambio de estos es la clave de la acción capitalista y pecuniaria de la actualidad. Hoy no se venden esclavos, pero se especula con los empleos, con los ERE y con los desahucios. Hoy la avaricia va envuelta en un sobre que se posa en la palma de la mano.

Bajo esta idea, la avaricia es portadora de miseria y riqueza a un mismo tiempo. Si repensamos un proverbio de resonancia sufí, existen cuatro tipos de riqueza; de los cuales el hombre occidental únicamente conoce uno: la riqueza material. Este es el nivel más bajo y efímero de riqueza para el pueblo africano donde tiene origen este pensamiento. En todo caso es una idea que en occidente pervive en otras formas hasta la actualidad.

Si fijamos la mirada en la Señora B, observamos que Mavi Escamilla trae a nuestra mente todas las ideas de ostentación, pompa, esplendor y grandeza. Y también, las de despilfarro, apariencia o decadencia, así como las de transitoriedad o fugacidad de la vida. Escamilla porta la imagen del poder histórico tradicional: un personaje perteneciente a una de las casas reales europeas más antiguas. Se trata de la reina Isabel II de la corte británica. De hecho, en nuestro imaginario occidental siempre evocamos la imagen de la riqueza con la de un monarca sátrapa ataviado con ricos ropajes y piedras preciosas, sentado en un trono con los símbolos de poder en una lujosa estancia de su palacio. Igualmente que en un juego de rapidez mental, Mavi Escamilla asume esa imagen colectiva a la opulencia monárquica. La reina Isabel II se inviste como depositaria y garante del poder procurado generación tras generación de monarcas despóticos a la sazón y que hoy día mantiene su corolario en la casta política bajo el dirigismo capitalista. La elección de la monarca por nuestra artista es pues de gran acierto. Isabel II  ha vivido a caballo entre dos épocas: por un lado, es la heredera del imperio eurocéntrico por excelencia y por otro lado, es el ejemplo de la supervivencia de la monarquía en el siglo XXI. Pero, adentrémonos a la figuración que Escamilla hace de la reina.

Conjurar la gloria que su majestad pierde en cada carcajada sardónica es la empresa más trabajosa en su acción cosmética. El maquillaje con el que pinta la máscara del “todo va bien” ya no fluye por la faz de los gobernantes de imperios y estados. El polvo de los pigmentos y la crema oleosa con la que confeccionan los afeites se intoxica en contacto con la piel de reptil, venenosa y homicida, piel del reptil político. El rostro de Isabel II se recubre con la máscara de la muerte, como si de un lienzo barroco se tratase. Al observar la obra de Mavi Escamilla no ceso de recordar las maravillosas obras de nuestro Barroco español y la crítica que estas pinturas representaban: no solo como espacio de reflexión existencial, sino como ataque a los excesos del siglo. Escamilla rescata el vanitas revisitado desde el siglo XXI. Aquí la muerte burlona vampiriza el cuerpo de su Majestad y ya no es la mensajera que presagia el tempus fugit sobre las riquezas y bondades de la vida y, por tanto, su caducidad; más bien, su Majestad está remarcando que hemos perdido la partida: Game Over.

Hoy día solo existe un único Imperio. La época postcapitalista inaugurada en estas últimas décadas pone de manifiesto que hay algo que se ha roto en el sistema y que todos lo tenemos que pagar. ¿Todos? Pero ¿cuándo vamos a escuchar ese “You break it, you own it”- “Si lo rompes, lo pagas” en su versión castellana- con la casta política? Todos estamos pagando con medidas draconianas el exceso de avaricia de algunos, el abuso de poder con las corruptelas de políticos, bancos, inmobiliarias y familiares que bajo la égida de su “parentesco” han obliterado que había que ajustar la balanza para que todo fuera más justo. Ahora, el cráneo que ha sustituido el rostro de Isabel, a secas, no deja de castañetear los dientes en risas, en gloriosas risas de fin.

Espigar en la ruina.






Texto para la obra de Abigail Lazkoz, It only happened once and I don’t remember it very well,  en el catálogo de la 12ª Biennal Martínez Guerricabeitia.
Avaritia omnium malorum radix, Valencia, Fundació General de la Universitat de València, 2014.
Exposición: Del 13 de febrero de 2014 al 30 de marzo de 2014. La Nau, Centro Cultural. Sala Academia.


Espigar en la ruina. 
Johanna Caplliure.

Existe un cierto acercamiento entre la Europa agónica de postguerra en la que sobrevivió Walter Benjamin y la castigada escena del mundo actual. Un mundo, en ambos casos, hecho pedazos. Y, además, más próximo todavía si intentamos capturar entre las manos la luz extinta del atardecer de la Historia. La niebla envolvente en los estudios de la memoria y el olvido no facilitan en absoluto las investigaciones de la construcción de esta. Dificultad que crece con la complejidad del discurso fractal de la contemporaneidad. 

El horizonte está sembrado de un desmán de objetos sin riberas. Los montones que a veces parecen producir una ciudad, una casa, un hospital o un camino únicamente son la imagen quimérica de un legado fatal: la herencia de la guerra, de la muerte, de las tropelías de un estado totalitario, del fárrago social. Una nube fantasmal cubre todo el terreno dejando un sinfín de objetos con memoria. Y esto lo sabe bien ese tipo que atraviesa la niebla y que con ojo selectivo espiga en la ruina. Ese tipo que sumido en la pasión por recoger todos y cada uno de los objetos perdidos en la catástrofe delira en su acción acumulativa. Su deseo de poseer cada fragmento de memoria le hace revolverse afanado en una colección fanática. La avidez de tener entre sus manos los trozos cubiertos por el polvo del olvido han virado la avaricia hacia los rudimentos de una colección. La colección de la historia pasada. La colección de la memoria rota.

El escenario de lo minúsculo, de lo perdido, de lo extraviado en la guerra, en la catástrofe, en la miseria o en el crimen es donde habita ese tipo que es capaz de caracterizar Abigail Lazkoz en It only happened once and I don’t remember it very well. La naturaleza de este personaje es bien interpretada por la artista vasca: un ser errabundo, con aspecto de buhonero o mercachifle, un hombre que carga con un gran peso. Este ser ambulante lleva a cuestas la montaña de la historia.

El tipo va a la zaga de recoger todos los objetos que encuentra a su paso e incluso aquellos por los que tiene que cambiar de rumbo haciendo de su camino un transcurrir interminable. La labor que libra es parecida a la del coleccionista, como sugeríamos tempranamente. Aunque en ella hay algo más. No solo confecciona una colección donde anidan los objetos con memoria, sino que a través de ellos intenta construir la historia. Aquí tenemos la imagen del historiador que Benjamin trajo a la luz como la de un trapero. La montaña depositaria de despojos, la que hemos llamado montaña de la historia, es el lugar donde el colector se erige como el recuperador de testimonios.

El personaje que trae Abigail Lazkoz es el “historiador benjamineano”[1][1]: un chamarilero que es capaz de construir la historia por debajo. Una historia que nunca ha sido escrita o que ha sido borrada en algún otro momento.  El paso de este personaje solitario es el de un espectro que se desliza por todos los tiempos: pasado, presente y futuro. Y que no acostumbra a descansar ni siquiera en sus palabras escritas, sino que las vuelve contra él mismo cuando encuentra nuevos objetos. No obstante, este personaje que no recuerda muy bien lo que ocurrió y que, sin embargo, no cesa de afirmar que algo sucedió se asienta en una tierra de tendencias sísmicas. De hecho, las obras de Lazkoz andan entre las ruinas de ese legado de tensiones históricas. Se sitúa entre la construcción civilizatoria y el desgarro de su progreso. Por eso, los conflictos políticos, bélicos y sociales que marcan el panorama de lo real son los temas de interés de nuestra artista. Las incógnitas que recorren cada uno de los acontecimientos que construyen la historia, siempre bajo el vaho tenebroso del olvido y de la pérdida, son como un imán para el ingenio de los episodios paradójicos de Lazkoz: todas sus obras podrían comprenderse como un continuo de fragmentos o episodios de un gran relato en el que los hechos narrados entran en paradoja como la vida misma. Y es que en cierta medida, Abigail Lazkoz también es una historiadora benjamineana. Ella también recoge con dilección los fragmentos de textos y documentos y trocitos de historias para contarnos un nuevo relato. Escudriña en esas piezas testimoniales, estos retazos de vida que son los restos de una existencia pasada y los devuelve en su forma más espectral. Aquella que convive entre los vivos y los muertos, entre las construcciones y los escombros, entre la prosperidad y el pogromo, entre la memoria y el olvido. La hégida de la memoria en el olvido es el lugar fantasmal de nuestra cultura y nuestro yo social. Y ese lugar es el que explora It only happened once and I don’t remember it very well.

En algunos análisis sobre la noción de mercancía en Benjamin hallamos empero como la desmesurada montaña de objetos nos hacen pensar de una forma codiciosa y desleal ante ellos. La abundancia habría transformado el objeto misterioso en una vacuidad indolente. La montaña atraería un vaciamiento del sentido de la realidad por la sobrecarga de producción de lo inútil, así como de acumulación de lo superfluo. Sin embargo, el discurso del historiador chamarilero se produce de manera demasiado alambicada para buscar una única exégesis materialista y así lo muestra Abigail Lazkoz. El objeto es el testigo que en manos del historiador escribe la historia.

 

sábado, 1 de febrero de 2014

“Il y a dans ma tête une abeille qui parle bas”



Il y a dans ma tête une abeille qui parle bas. Johanna Caplliure


“Poème: Il y a sur la nuit trois champignons qui sont la lune. Aussi brusquement que chante le coucou d'une horloge, ils se disposent autrement à minuit  chaque mois. Il y a dans le jardin des fleurs rares qui sont des petits hommes couchés et qui s'éveillent tous les matins. Il y a dans ma chambre obscure une navette lumineuse qui rode, puis deux des aérostats phosphorescents! c'est les reflets  d'un miroir. Il y a dans ma tête une abeille qui parle bas”. Max Jacob

Nunca se nos ocurre pensar que la naturaleza está dentro de nosotros. Nosotros somos naturaleza activa y reactiva. Tenemos el poder y el contrapoder para hacer de nuestra existencia un acontecimiento único de potencias salvadoras y destructoras, un hecho sin garantes ni héroes en la contienda por dominar las fuerzas de poder. Somos el veneno y el antídoto de nuestros males. Pensamos en departamentos estancos y nunca en la unidad. La evidente falta de una visión holística es la que hace de nuestra vida en la tierra un rompecabezas que está acabando con gran parte de esa unidad que dota de energía nuestras vidas. No obstante, hay que tener cuidado con la euforia de deseo de totalidad: Le tout seul n’est qu’un trou (whole is a hole”)[1]. Las formas de vida emergen y se sumergen en una danza de olas, ondas que no podemos vislumbrar en la inmensidad de la existencia, una vida oceánica siempre a zozobra.

Las necesidades de la naturaleza no toman aquel aguijón que describía Simone Weil para picar la condición desmedida del hombre natural que ambicionaba un trozo de carne o cobijo, ni siquiera el deseo de poseer una existencia hipotecada por un trabajo, una casa o una vida que no nos pertenece – como también argumentaba sobre la opresión voluntaria por habitar el Capital. La púa se ha clavado en la razón e inocula la más despiadada de las formas de deseo: la destrucción por posesión y dominio de la vida. Y todo esto, porque hemos extraviado en el viaje del Progreso el “¿Quién somos?”. Sin esta cuestión en el horizonte se desploma todo sentido y la vida carece de “la naturaleza de la vida”: vivir.

Es bien sabido que el deseo de conocer y dominar la naturaleza haciéndola vasalla del hombre ha ocasionado una pérdida de una visión global del mundo, un desequilibrio entre las fuentes, el consumo y los recursos energéticos, y un extravío del tema crucial: “la naturaleza de la naturaleza”. Puesto que (n)ulle science naturelle n’a voulu connaître son origen culturelle. Nulle science physique n’a voulu reconnaître sa nature humaine[2]. Y lo que ha hallado lugar en los emplazamientos académicos, ha logrado su más doloroso desenlace en las industrias, estados y gobiernos. A saber, la inmunidad a la naturaleza de nuestra naturaleza. En mi cabeza hay una abeja que me susurra- Elle me parle tout bas.[3] Baila. Yo también sé zigzaguear en una danza relacional. Lo llaman “inconsciente social”, “inconsciente colectivo”: las formas de vida emergen y se sumergen y aunque sea en nuestros sueños sabemos cómo aguijar. 

Ahora es la naturaleza, nuestra propia naturaleza, la que sale de nuestros sueños y nos pone en la urgencia de tomar partido en la vida. Preguntémonos qué somos- como lo hace Johan Grimonprez pareciendo escuchar a Schöndinger en un giro hacia el común. Debemos pasar de la convicción de nuestra naturaleza a la acción, luchar por la salvaguarda de un sistema sostenible, un sistema de sistemas, un sistema complejo que sea capaz de crear un equilibrio entre las necesidades naturales y las necesidades humanas.
Si el enigma de la existencia está en la imposibilidad de dictar un futuro concreto, de generar una realidad segura y única y, además, toda pesquisa de expectativa atisbada es la del fin, por qué no trasplantar ideas, cultivar colectividades, acabar con los parásitos y, si nos quedan fuerzas, pecorear el mejor néctar. Estas formas de cuidar el sistema de sistemas ha sido puesto a la luz por ecologistas, naturistas, científicos, activistas, guerrillas gardening, estudiosos de la permacultura, la ecología profunda o la ecología radical, economistas, micologistas o ingenieros y -por qué no-, también, artistas y escritores de ficción.

La importancia del impacto que un pequeño zumbido puede tener en el resto del planeta es la que nos ofrece el trabajo de Johan Grimonprez. El movimiento de cola que produce On Radical Ecology and Tender Gardening es el de un zumbido para disponerse al agenciamiento. Por lo tanto, no hablamos del “efecto mariposa” que rompe la predicción en un aleteo, sino de un agitado movimiento de lance que enjambra a la multitud al margen de los mercados, de los estados, de los organismos e incluso de las creencias que se han asentado como base lógica de nuestras vidas.

On Radical Ecology and Tender Gardening es una “WeTube-o-theque”. Es decir, un banco de conocimiento libre y compartido en el que el saber es compilado desde un nosotros y para un nosotros en Youtube. La selección de material de esta “WeTube-o-theque” por parte de Grimonprez se construye en forma de Vlog bajo seis categorías que fundan las bases de una nueva ecología radical, las vías de sostenibilidad actual y el cuidado de las relaciones hombre/naturaleza: 0.1-Biotecture, 0.2-Guerrilla Gardening, 0.3-Transition World, 0.4-Radical Ecology, 0.5-Off the Grid, 0.6-Education. El material en vídeo procede de diferente factura. Se trata de documentales independientes o para la TV, fragmentos de noticias internacionales, charlas grabadas en simposios o congresos, vídeos piratas, dibujos animados y vídeos de organizaciones ecologistas y activistas. Por lo tanto, se trata de un archivo plural que ofrece una panoplia indiscutible para el conocimiento, el debate y la guerrilla eco.  Además, nos presenta una aprensión múltiple de lo real. Y esto es lo que se puede observar en la confección de una “WeTube-o-theque”: en una operación de multiplicidad de imágenes, de códigos, de saberes y de acciones como posibles y posibles como potencias. La potencia de un nosotros. El emerger y sumergirse de las formas de vida, unas veces manifiestas y otras ocultas, pero siempre en la naturaleza. Se danza en la oscuridad de la colmena. Lo que llamamos “inteligencia del enjambre”, la acción del swarming o la fuerza del anonimato no es otra cosa que una multitud que enjambra en un ruido indescifrable para el aparato dominante. Les agencements sont pasionnels, ce sont des compositions de désir[4]. Esos deseos que nos hacen soñar con una abeja dentro de nuestra cabeza. Sueño de Grimonprez de una trama de red social vinculada a una nueva cultura radical, comprometida con una multiplicidad real y consciente de las atenciones para la supervivencia de un nosotros. En mi cabeza una abeja me habla bajito y me dice que el enjambre descansa en el jardín.



A Silent Forest: The Growing Threat Genetically Engineered Trees (GE/GMO)
Ed Schehl, narrated by Dr. David Suzuki
2011, 45 min 25 sec

Coke & Pepsi Used as Agricultural
Pesticides by India Farmers

Alok Prakash Putul, BBC News
Raipur, India
2006, 56 min







[1] “El todo solo –sin las partes- no es más que un agujero (whole is a hole”)”. E. Morin, La Méthode: La nature de la nature, Paris, Éditions de Seuil, 1981,  p.126.
[2] Puesto que “(n)inguna ciencia natural ha querido conocer su origen cultural. Ninguna ciencia física ha querido reconocer su naturaleza humana”. Ídem, p.11.
[3] “Ella me habla muy bajo”.
[4]  “Los agenciamientos son pasionales, son composiciones de deseo”. Deleuze, G. y Guattari, F., Mille plateaux, Paris, Gallimard, 1980, p.497.